Jardinería: fertilizantes y abonos

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Los fertilizantes y abonos son las substancias que aportan los nutrientes necesarios para que las plantas crezcan adecuadamente. Si tenemos suelos pobres, es necesario conocer cada uno para agregarlos correctamente. Conozcamos un poco más sobre el tema.

Características

-Los de origen inorgánico se denominan fertilizantes, por ejemplo el carbonato de calcio, la urea, el fosfato diamónico, el triple 15 y el sulfato de hierro entre otros.

-Los de origen orgánico se conocen con el nombre de abonos, por ejemplo la harina de hueso, estiércol, cenizas.

Los nutrientes que más se suelen usar son el nitrógeno, el fósforo y el potasio. Pero las plantas también necesitan cantidades variables de otros macro-nutrientes: calcio, magnesio, azufre y hierro. Existen cinco micro-nutrientes indispensables: cinc, manganeso, cobre, boro y molibdeno, aunque los vegetales los requieren en cantidades tan pequeñas que a veces, lo que contiene una semilla sera más que suficiente.

Cómo aplicarlos

-En el momento de la plantación, podemos distribuir fertilizantes o abonos uniformemente en la tierra que llenará el pozo.

-Si queremos fertilizar especies existentes, debemos hacerlo sobre la superficie del suelo que suponemos cubre el sistema radicular (raíces). Siempre lo haremos distribuyendo uniformemente y no en pozos ni zanjas localizadas, ya que ellos concentraran excesos de sales que provocaran daño en las raíces cercanas y no llegará hasta las que se encuentran lejos.

Los fertilizante foliares se aplican sobre las hojas como un complemento al aporte de los nutrientes en el suelo, no un reemplazo. Son muy efectivos en situaciones de estrés; heladas severas, granizo, calores desecantes y enfermedades, sobre todo si contienen hormonas o sustancias estimulantes del crecimiento tales como proteínas o aminoácidos.

Para tener en cuenta

-El agua disuelve los nutrientes que agregamos al suelo durante la plantación -o aquellos que distribuimos en la superficie- para que las raíces puedan absorberlos. Como consecuencia, fertilizar en ausencia de lluvia o riego hará imposible la incorporación de esos nutrientes.

-Si la planta, por el motivo que fuere, no tiene hojas o si estas no transpiran debido a temperaturas extremas, no habrá movimiento de savia dentro de la planta y, por lo tanto, tampoco de nutrientes disueltos en agua desde las raíces. Esto es lo que ocurre en invierno, cuando algunas plantas carecen de hojas o las bajas temperaturas detienen la actividad fisiológica de la planta. También ocurre en pleno verano, debido a que las altas temperaturas provocan el cierre de los estomas (válvulas naturales que regulan la perdida de agua de las hojas)

-Los mejores momentos para fertilizar son la primavera, el comienzo del otoño y los días de verano húmedos y de temperaturas moderadas.

-No todos los nutrientes tienen la misma importancia en determinado momento del desarrollo de una planta. El nitrógeno es fundamental para la producción de tallos y hojas nuevas: un exceso es inconveniente durante la floración y fructificación, donde el fósforo y el potasio tendrán mayor relevancia.

-La carencia de cualquiera de los elementos que la planta requiere traerá como consecuencia una disminución en su crecimiento, no importa cuanto haya de los otros.

Elementos principales

Nitrógeno (N)

Estimula el crecimiento de la planta y es muy necesario para el césped, plantas de hoja como lechugas, acelgas o los cercos de ligustrinas. No debe ser aplicado cercano al invierno pues hace la planta sensible a los fríos y demora la perdida de las hojas en las caducfolias.

Es el elemento que quizá más que ningún otro sea el limitante del crecimiento por su escasez en el suelo, y junto con el fósforo que es el que más se suele suministrar como fertilizante. Incide en el desarrollo de todo el vegetal, por su participación en múltiples funciones fisiológicas fundamentales. Su carencia se nota por el desecamiento de las hojas inferiores color pardo claro que previamente se habían puesto amarillas, su color en general es verde muy claro.

Se puede suministrar como urea, sulfato de amonio, sulfonitrato de amonio, fosfato diamónico, en dosis variables según la planta a la que estemos tratando, pero siempre en su periodo activo y varias veces en la temporada de crecimiento. Su exceso provoca tejidos muy tiernos, sensibles a las condiciones extremas de temperatura, susceptibles a un fácil ataque de enfermedades fungicas, por la debilidad de sus tejidos.

Fósforo (P)

Es muy importante en la madurez de las plantas, o sea en el proceso en el que pasan de crecer a fructificar. Necesario en muchos procesos internos como flores y frutos, y fundamental en el suelo para el desarrollo de raíces. Su carencia se manifiesta con hojas color verde muy oscuro pero con venas de color rojo o purpura, y una demora en el desarrollo. La forma de suministrarlo como fertilizante es a través de los fosfatos o harinas de hueso.


Potasio (K)

Protege los tejidos, rustificándolos, de modo que su disponibilidad en el suelo se debe dar antes de los momentos de clima crítico, como grandes calores o heladas. En forma orgánica, el guano de gallina y las cenizas de maderas, suelen ser ricos en potasio. Su falta suele aparecer en un amarillamiento de las hojas en forma de moteado, que al extenderse provoca zonas de tejido muerto en el extremo y bordes de ellas. Los tallos se vuelven muy débiles y sensibles.

Micro-nutrientes

Hierro (Fe)

Es muy conocida y característica la falta de hierro en muchas plantas, sobre todo en las llamadas acidófilas, provocado la mayoría de las veces, por su insolubilidad que por su falta en el suelo. Las sales de hierro (así lo absorbe la planta a través de su sistema radicular) se hacen más solubles en los suelos ácidos, de allí la necesidad de bajar su pH con turba, pinocha o materia orgánica. El hierro es básico para la formación de la clorofila.

La falta se revela en amarilleos muy notorios de los tejidos nuevos. Su alta inmovilidad dentro de la planta hace que aunque las hojas viejas estén verdes, pues la disponibilidad de fósforo cuando ellas se formaron era suficiente, si la carencia se da en otro momento de su desarrollo, provoque hojas amarillas en las nuevas. Su aplicación en suelo es a través del sulfato de hierro o alguna de las formas quelatadas, también aplicables en hojas. Los quelatos permiten una penetración mas segura en la planta y con rápidos efectos.

Plantas ávidas de hierro: Jazmines, azaleas, hortensias y camelias.

Clorosis: la falta de hierro

La clorosis es un fenómeno del mundo vegetal que consiste básicamente en la falta de hierro en las plantas. Se produce cuando la asimilación de agua y nutrientes no se concreta en forma adecuada, siendo justamente el hierro uno de los elementos básicos que suele escasear al existir estas deficiencias. Es habitual en suelos de tipo calcáreo, y produce el típico color amarillento en las hojas de las plantas.

Esta anomalía se produce por la falta de nutrientes y por otras cuestiones relacionadas con el suelo, como por ejemplo la solubilidad al hierro que éste registra, y por las características específicas de cada planta, ya que cada especie tiene una capacidad particular de captación y transporte de alimento. No solamente afecta a las plantas, siendo también habitual en los árboles frutales, acarreando consecuencias negativas para los frutos.

Como el hierro es un elemento vital para el crecimiento y desarrollo de las plantas, ya que incide en la producción de clorofila y en la nutrición de los vegetales, debemos tratar de evitar el problema de la clorosis en nuestro jardín. No solo por una cuestión estética, al advertirse el tono amarillento de las hojas, sino además por una cuestión de supervivencia de las especies, ya que un estado avanzado de clorosis puede provocar la muerte de la planta.

Si nuestras plantas requieren suelos ácidos, debemos estar más atentos aún. Lo primordial para evitar la clorosis es seleccionar las especies indicadas para el tipo de suelo que tenemos en nuestro jardín, lo que evitará futuras deficiencias en su desarrollo. Asimismo, el empleo de agua de lluvia en el riego y la acidificación del suelo con anterioridad o posterioridad al plantado son también buenas estrategias contra este problema.

Calcio (Ca)

Es necesario para el crecimiento de los puntos nuevos de la planta, como los brotes. Su falta provoca malformaciones en hojas nuevas y raíces. También es regulador de otros elementos, de modo que su carencia o exceso suelen manifestarse como alteraciones en la planta. Por ejemplo, el exceso de calcio provoca una alteración en la presencia del potasio, manifestándolo como carencia de este último.

Su presencia en los suelos es habitual, pero no en todos, y en aquellos en los que falta se puede aportar como cal común (carbonato de calcio) o como yeso (sulfato de calcio). Elementos naturales como la cascara de huevo, la conchilla de origen fósil marino y las toscas son ricas en calcio.

Plantas que toleran el exceso de calcio: Cipreses, pinos de Alepo y Pyrus Calleriana.



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