A finales de la década del ´20, el empresario naviero Nicolás Mihánovich comenzó a soñar con la construcción de un faro desde el cual pudiera ver navegar sus barcos por el Rio de la Plata. Quería que fuera el edificio más alto de la cuidad, y que (tal como ocurría en New York con la Estatua de la Libertad) fuera lo primero que vieran sus pasajeros cuando llegaran al puerto de Buenos Aires.
En 1929, Mihánovich encargó el proyecto de su torre a los renombrados arquitectos Jacobs, Calvo y Jiménez, y la construcción a la empresa de los hermanos Bencich. Para eso, eligió un predio sobre la afrancesada calle Arroyo y lo que en un principio iba a ser una torre con un faro se transformó en un ambicioso proyecto que cambiaría la visual de esa zona de la cuidad.
Concebido como un edificio de departamentos de renta, también albergo durante muchos años la residencia de Nicolás Mihánovich y su familia. El edificio entero se componía de la torre central de 20 pisos y dos edificios aledaños de siete, separados por una calle central. Hacia fines del 2000, el edificio se encontraba visiblemente deteriorado, cuando fue adquirido por el grupo Accor, quienes lo restauraron para instalar allí el nuevo hotel Sofitel Buenos Aires.
La remodelación incluyo la torre del faro y los dos edificios aledaños, sobre un diseño del estudio de arquitectura Daniel Fernández y Asociados y el diseñador de interiores Pierre Yves Rochon. La estética final combina sabiamente el estilo francés con el tradicional Art Deco y algunos rasgos característicos de la cultura local porteña.
Cada rincón del hotel revela la importancia de preservar la arquitectura original como característica de su esencia. Antes de comenzar los trabajos de restauración, el Instituto Argentino de Cemento Pórtland realizó un análisis para descartar graves patologías en su estructura. Luego comenzaron los trabajos de reestructuración de plantas y la excavación en el subsuelo, para permitir la instalación de la piscina, el gimnasio y el sector de estacionamiento.
La torre tuvo que ser restaurada por completo, cuidando sobre todo de preservar los curiosos cerramientos de acero naval, que se encontraban intactos a pesar del paso del tiempo. El mayor desafió era el de replantear la circulación, uniendo los tres cuerpos del edificio. Para eso, se cerró con una cubierta de vidrio y metal la calle central, convirtiéndola en un imponente lobby desde el cual puede verse a través del vidrio.
Hoy el hotel cuenta con 144 habitaciones distribuidas en los pisos de su torre y los edificios laterales, ademas del “L' appartement” del piso 17, una habitación exclusiva para aquellos huéspedes que están dispuestos a pagar más de U$S 1000 la noche. El hotel también contempla salas de reuniones, eventos y business center.
La restauración fue realizada con tanto criterio que por fuera, el Mihánovich no parece haber tenido mayores alteraciones que las de su calle central, devolviéndole a esa parte de la cuidad ese espíritu francés que alguna vez la caracterizó y respetando un conjunto arquitectónico preservado como patrimonio histórico.
“L' appartement”
Refinamiento. Las dos habitaciones en suite presentan una decoración en la que predominan los colores vivos y una armonía estética muy marcada. Cuentan, a su vez, con elementos y servicios de última tecnología como LCD de 36, sistemas de audio Bose, wi-fi, telefonía e internet en todos los ambientes. Los adornos armonizan con la línea. Los baños son de Boticcino e incluyen duchas y bañeras separadas por vidrios con herrajes de hierro cromado y mesadas de mármol negro.
La suntuosa suite que ocupa todo el piso 17 incluye dos habitaciones en suite, un living, un comedor y una cocina privada, magníficamente equipada con mobiliario de primera calidad. Las características distintivas de este espectacular y sofisticado departamento son su amplitud, confort, las magníficas vistas panorámicas y su ambientación y mobiliario, una libre interpretación del art decó sutilmente clásico que combina luz, colores vibrantes y cálidos.
Destacan los estampados, el beige y las cortinas en tonos champagne y bordó, y una fuerte presencia del cuero argentino negro y marrón en el mobiliario. La percepción primordial de esta cosmología estética es la armonía entre el lujo y la calidez, la calidad y la hospitalidad. Y claro, esa impronta, ese perfume francés en todos los cuidados detalles.
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